El otro día, leyendo las biografías de grandes guitarristas del jazz como Django Reinhardt y Wes Montgomery, me sorprendió la capacidad que tenemos los humanos para adaptarnos, incluso ante dificultades enormes. Y me hizo pensar en cómo estas historias pueden trasladarse perfectamente a otras áreas exigentes, como el mundo técnico: ya sea en SRE, DevOps o administración de sistemas.
Django Reinhardt tocaba con solo dos dedos en su mano izquierda, tras quedar los otros inutilizados por un incendio. Aun así, redefinió el jazz manouche. Wes Montgomery usaba el pulgar en lugar de una púa, lo que le dio un sonido muy particular y reconocible. Mark Knopfler, sin usar púa tampoco, desarrolló una técnica única. Ninguno siguió el “canon” clásico, y sin embargo, se convirtieron en leyenda.
Imitar es solo el principio
Todos hemos tenido referentes técnicos. Compañeros brillantes, mentores, gurús de redes o personas a las que seguimos online. Es fácil compararse y pensar que nunca alcanzaremos ese nivel, sobre todo al principio, o incluso tras años de carrera. Pero como los guitarristas mencionados, cada uno de nosotros tiene sus propias habilidades, su propio estilo. No hace falta tocar igual que otro para ser bueno.
Lo importante es saber en qué destacas tú. Quizá eres más resolutivo bajo presión. O te orientas bien con sistemas complejos. O te encanta automatizar. Lo que sea: profundiza en ello. No todos tenemos que seguir la misma partitura para sonar bien.
A veces incluso ese compañero que parece que lo sabe todo también tuvo su camino lleno de dudas, errores y pruebas. No caigas en la trampa de pensar que “esto no es para mí” solo porque te cuesta o vas más lento. Es más común de lo que crees.
No hay fórmula mágica, hay horas de vuelo
He escuchado a músicos decir que para tocar bien hay que lidiar con la frustración. Repetir, equivocarte, volver a intentar. Lo mismo ocurre cuando aprendes una nueva tecnología, lenguaje o cuando por fin entiendes cómo funciona esa alerta que no paraba de saltar en una herramienta de monitorización.
Muchos buscan atajos: el vídeo definitivo, el curso que te lleva “de cero a experto” en tres horas. Pero no. El conocimiento real se construye con práctica, con ensayo y error. Peleando con logs, reintentando despliegues, afinando configuraciones.
Y, ojo, nadie nace sabiendo. Todos esos perfiles técnicos brillantes que ves ahora, en algún momento tuvieron que sentarse con un café y romperse la cabeza durante días con un problema. El aprendizaje técnico real no suele ser rápido, pero sí es profundo.
Se aprende haciendo, no solo leyendo
Puedes leer todos los manuales de Kubernetes. Pero lo que recordarás de verdad será la vez que un pod no se reiniciaba y tuviste que tirar de todo lo aprendido para resolverlo. O la vez que una integración con GitLab falló justo antes de entregar y la sacaste adelante.
Eso se queda. Porque lo sufriste. Porque lo entendiste en contexto. Practica un poco cada día, y cuando lo apliques, verás que se convierte en conocimiento real.
También es importante saber documentar lo que haces. Como los músicos anotan progresiones de acordes o variaciones, nosotros podemos dejar trazabilidad de lo aprendido: notas, scripts reutilizables, incluso explicárselo a alguien. Eso afianza muchísimo.
Lidia con la pereza y el miedo con pequeños impulsos
No siempre apetece ponerse a estudiar un comando nuevo o a aprender un lenguaje como Go, Python o Bash. Aquí a veces me acuerdo de una técnica de la autora Mel Robbins: la regla de los 5 segundos. Cuenta hacia atrás del 5 al 1, y actúa. Suena simple, pero interrumpe esa inercia de posponer.
¿Funciona? A veces sí. ¿Es mágica? No. Lo importante es actuar con sentido común. Sé constante pero amable contigo mismo. Y si hoy no puedes, mañana será otro intento. La clave está en el ritmo sostenido, no en la perfección.
Pequeños avances diarios pueden significar mucho al cabo de semanas o meses. No hace falta grandes maratones de formación. Con diez minutos al día de lectura o pruebas, puedes avanzar más de lo que imaginas.
Recuerda que parar también es avanzar
Una cosa que también he vivido: cuando estás atascado, quemado, sin ideas… lo mejor es parar. Sal a caminar. Toca un instrumento. Haz algo diferente. La mente necesita aire. A veces, las mejores soluciones llegan justo cuando dejamos de pensar en el problema.
Incluso en ambientes muy técnicos, los descansos productivos existen. El aprendizaje necesita espacio para asentarse. Muchos errores se cometen por no darnos ese permiso para frenar y respirar.
Tres recordatorios para tu día a día técnico
- No hay atajos reales para dominar algo. Requiere tiempo, repetición y exposición real.
- Aprender y mejorar también significa lidiar con frustración. Forma parte del proceso.
- Haz que tu estilo fluya. No necesitas ser como otro para llegar lejos. Toca tu propia melodía.
Epílogo: encuentra tu forma de sonar bien
No todo el mundo tiene que convertirse en virtuoso. Pero si te gusta lo que haces, si algo dentro de ti te lleva a seguir aprendiendo, sigue por ahí. No busques fórmulas mágicas ni gurús definitivos. Aprende de otros, pero no copies sin sentido. Inspírate, adáptalo, hazlo tuyo.
Igual que Django o Wes, que sin seguir las reglas hicieron historia, tú también puedes dejar tu marca. En tu equipo. En tus scripts. En tu forma de resolver problemas.
Y si hoy no suenas tan bien como quisieras, sigue practicando. Estás afinando.