Capítulo 4: Siglo XX – La Gran Aceleración
Tiempo: 1900 – 2000 y presente
Sinopsis: Elioenai reflexiona sobre el siglo XX, una era definida por la rapidez de los cambios tecnológicos, las guerras mundiales, los logros espaciales, y cómo estos eventos afectaron su comprensión de sí mismo y la humanidad.
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El siglo XX comenzó para Elioenai con una mezcla de esperanza y temor. Había vivido suficiente para saber que cada cambio traía tanto luz como oscuridad. La Gran Guerra, que había sacudido los cimientos del mundo, dejó cicatrices profundas en todos, incluido él. En 1924, conoció a Eva, una mujer cuyo espíritu y pérdida posterior romperían su corazón. Fue una época convulsa, marcada por la reconstrucción y la incertidumbre.
A lo largo del siglo, Elioenai trabajó en una empresa de electrónica. Aunque no tenía problemas de dinero, su curiosidad innata lo llevaba a explorar los límites de la tecnología emergente. En las universidades, estudió una y otra vez, no solo para contrastar y actualizar su conocimiento sino también para entender la genética y, posiblemente, su propia condición.
El siglo XX fue un testimonio del salto cualitativo de la especie humana. Elioenai vio cómo la humanidad soñaba y alcanzaba la luna en 1969, un logro que simbolizaba el pináculo de la ambición y la inventiva humana. Sin embargo, a pesar de estos avances colosales, el día a día de muchas personas seguía marcado por el hambre y las enfermedades. La llegada a la luna fue un momento de triunfo, pero también un recordatorio de las vastas desigualdades que persistían.
Elioenai reflexionaba sobre la impaciencia humana, el deseo de ver cambios inmediatos. A lo largo de los siglos, había aprendido que la evolución y el progreso son procesos lentos y a menudo tortuosos, que requieren tiempo, errores y aprendizaje constante. Esta comprensión no disminuía su asombro por el ingenio humano, pero le otorgaba una perspectiva más matizada sobre el progreso.
El siglo XX transformó la sociedad de formas inimaginables. Los hitos tecnológicos, desde el vuelo de los hermanos Wright hasta el aterrizaje en la Luna, desde el desarrollo de la penicilina hasta la creación de Internet, no solo cambiaron la forma en que las personas vivían, trabajaban y se comunicaban, sino que también alteraron su comprensión del mundo y de sí mismos.
Elioenai había visto cómo la invención de la línea de montaje de Ford revolucionaba la producción, cómo la válvula termoiónica abría nuevas fronteras en la comunicación y cómo el transistor preparaba el camino para la era digital. La televisión, la radio, el cine, el teléfono y tantas otras invenciones habían creado una red de conexiones y experiencias compartidas que definían la modernidad.
Sin embargo, a pesar de su larga vida y su vasto conocimiento, Elioenai no podía predecir el futuro. Como todos los demás, solo podía especular y prepararse para lo desconocido. El siglo XX había demostrado que, aunque la humanidad podía soñar y lograr lo inimaginable, también era increíblemente falible, capaz de errores y horrores inmensos.
Mientras el siglo XX se transformaba en el XXI, Elioenai continuaba su viaje, observando, aprendiendo y reflexionando. Había visto la llegada de los videojuegos, la popularización de la informática personal, la revolución de Internet y el amanecer de la inteligencia artificial. Cada nueva década traía consigo promesas y desafíos, y él, un ser casi milenario, seguía siendo un estudiante del eterno flujo del cambio humano.
«La ciencia es más que un cuerpo de conocimiento; es una manera de pensar, una manera de escepticismo crítico que no permite a nuestras convicciones más preciadas eludir un escrutinio riguroso.» – Carl Sagan