¡Dejad de recomendar no estudiar programación, o lo que sea!


Hoy en día, es fácil encontrarse con mensajes apocalípticos en redes sociales que dicen cosas como: «No estudies programación, no harán falta programadores en el futuro». Incluso algunas figuras destacadas, como el CEO de Nvidia, Jensen Huang, han dicho cosas similares. Pero déjame decirte algo: estudia lo que quieras, lo que te motive, lo que te apasione. Y si aún no lo sabes, prueba, prueba distintas cosas hasta que algo te atrape.

Lo que escribo aquí es mi opinión, por supuesto, basada en mi experiencia personal. Y como dice un texto bíblico: «No hay nada nuevo bajo el sol». La historia tiende a repetirse. En otras épocas, también se decía a los jóvenes: «Estudia informática, es el futuro», y antes de eso era la electrónica. Pero luego, tras muchos años, se volvía a dar importancia a carreras «olvidadas» como filosofía, literatura o historia. Pues se volvía a valorar que estas disciplinas proporcionan otras habilidades esenciales que, por cierto, ahora mismo estamos perdiendo.

Es como cuando era niño, y a mi abuela, que tenía problemas del corazón, le prohibieron comer huevos y pescado azul. Hoy, resulta que esos alimentos son los mejores para la salud cardiovascular. Todo cambia, lo que hoy se considera verdad, mañana puede ser falso.

¿Qué sabemos realmente sobre el futuro?

Nos gusta hacer planes, imaginar el futuro, pero lo cierto es que somos bastante malos haciendo predicciones. Es fácil explicar por qué algo ocurrió, pero casi imposible saber con certeza lo que ocurrirá. Nadie sabe cómo terminarán las cosas, ya sea en economía, salud o el mundo laboral.

Este punto lo explica muy bien Nassim Taleb en su libro El Cisne Negro. Las grandes sorpresas, como la pandemia o la erupción de un volcán, alteran nuestra realidad y revelan que, al final, controlamos mucho menos de lo que creemos.

Es cierto que soñar e imaginar es positivo, pero no hagamos de la predicción un dogma. Usar la tecnología y la inteligencia artificial (IA) es de sentido común, yo la utilizo a diario. Pero la cuestión no es si va a reemplazar ciertos trabajos, sino cómo se integrará en nuestras vidas. Recuerdo cuando en los 90 instalábamos bases de datos sobre jurisprudencia y leyes en despachos de abogados. Decían que ya no harían falta tantos abogados, pero el resultado fue el contrario: hay más que nunca. La IA es una herramienta, no un sustituto absoluto.

La tecnología avanza, pero ¿y la energía?

Cuando era joven, soñaba con un futuro lleno de coches voladores, robots por todas partes y ciudades de ciencia ficción. Sin embargo, lo que realmente cambió fue algo que no esperaba: los smartphones. Jamás imaginé que tendría en la palma de mi mano algo tan poderoso como un teléfono inteligente.

Pero todas estas tecnologías tienen una debilidad que aún no hemos resuelto bien: la energía. Las pantallas, el procesamiento, las IA… todo avanza a pasos agigantados, pero sin energía, no funcionan. Si te quedas sin batería en mitad del monte, por muy avanzada que sea la tecnología que llevas, tendrás que recurrir a tus habilidades más básicas para sobrevivir.

Esto me recuerda cuando, después de desastres naturales, la ‘vieja tecnología’ de la radio analógica y las ondas electromagnéticas salvaron el día. En situaciones donde la energía falla, volvemos a lo básico.

Reflexión personal: el cambio es constante

Me sale una sonrisa cuando pienso en cómo ha evolucionado mi propio trabajo. A los 14 años, tenía un soldador en la mano y montaba placas de circuito impreso, desde el inicio hasta soldar los componentes. Luego, la realidad cambió: una placa te llegaba ya montada y simplemente reemplazabas una por otra. Era más barato, pero había algo clave que no podías olvidar: tenías que saber qué había debajo, cómo funcionaba esa electrónica.

En los sistemas y la programación pasa lo mismo. Hoy puedes pedirle a la IA que te cree un pequeño programa, que diseñe una casa o te explique cómo montar un servidor con Kubernetes. Pero si no entiendes qué hay debajo y por qué funciona así, cuando algo falle —porque todo falla alguna vez— necesitarás a alguien que sepa arreglarlo. Porque, al final del día, alguien tiene que saber cultivar la tierra, alguien tiene que asegurarse de que llegue la fruta y la carne a tu mesa, alguien tiene que hacer que la electricidad siga fluyendo a tu hogar.

Aunque en 2024 sigo aprendiendo y manejo la mejor tecnología de IA para monitorizar sistemas IT, microservicios, cloud, Linux, y lo último en observabilidad, seguimos llamando a un técnico de guardia. Ese técnico se conecta a una consola negra y teclea comandos Unix para averiguar por qué falló la última actualización de software en un entorno de producción.

La IA y el consumo de energía

La IA es una gran consumidora de energía, y esto es algo que en algún momento tendrá que resolverse. Siempre hay alguien que dice: «No te preocupes, la IA solucionará eso también». Pero, ¿y si no lo hace? Todo tiene un límite.

No demonices la IA ni le tengas miedo. Úsala, adáptate a ella, pero también entiende que no podemos predecir con certeza qué impacto tendrá a largo plazo. No sabemos lo que depara el futuro, pero seguro que será algo diferente a lo que imaginamos.

Adaptarse, no temer al cambio

Recuerdo cuando trabajaba con delineantes y arquitectos, instalando flamantes equipos e impresoras de plotter para planos. Con la llegada del software CAD y estas impresoras de planos, muchos dijeron que esos trabajos desaparecerían. Y sí, las herramientas cambiaron, pero los arquitectos siguen siendo necesarios, igual que alguien tiene que poner los ladrillos para construir una casa. Ahora algunos dicen que los robots lo harán todo. Tal vez sí, tal vez no, pero hoy por hoy no lo sabemos.

Y esto mismo pasa en muchos sectores. Hace años, una cuadrilla de 20 hombres o más era necesario para arar y recoger un campo de trigo, ahora lo hace una sola persona con una máquina. Pero esa máquina también se puede averiar, y necesitarás a alguien que la repare. Nada es infalible.

Relativicemos las profecías tecnológicas

Es fácil sentarse en casa, calentito y cómodo, y hacer predicciones sobre el futuro de la tecnología. Pero en la práctica, las cosas no son tan simples. Antes se decía que el vinilo estaba muerto, y ahora hay gente coleccionándolo como si fuera oro. Y lo mismo pasa con otras tecnologías.

Por ejemplo, en el ámbito musical, la evolución ha sido increíble: del vinilo al cassette, luego el CD, el MP3 y ahora el streaming. La industria musical ha cambiado tanto que es irreconocible para los que vivimos los 70 y 80. Sin embargo, sigue habiendo conciertos en bares, ópera, y música clásica. Y, sí, también reguetón. Todo tiene su espacio, aunque nos parezca que el futuro va en una única dirección.

El presente es lo que cuenta

La clave está en adaptarse al momento que vivimos. Aceptar los cambios, pero no hacer caso a predicciones radicales. Vivimos en una era donde la tecnología está avanzando de manera increíble, pero eso no significa que debamos dejar de hacer lo que nos apasiona o seguir nuestros intereses.

Sigue aprendiendo, sigue disfrutando del presente y aprovecha lo que te guste de esta época. No sabemos qué vendrá, pero seguro que siempre habrá cosas nuevas y oportunidades que ni siquiera podemos imaginar.

¿Es el humano el eslabón más débil? Puede que sí. Tal vez, en un futuro muy lejano, sea la IA la que decida que es mejor prescindir de nosotros e incluso usarnos como baterías biológicas, algo así como ocurre en la película Matrix(1999). ¡25 años ya han pasado desde que se estrenó la película!


«El futuro no se predice, se construye. Y en ese proceso, es nuestra capacidad para adaptarnos y aprender la que determinará hacia dónde vamos.»

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